Torre de David, Caracas.
“Where the hell am I?”
Nicholas Brody
Venezuela está ubicada hoy más que nunca en la periferia del mundo. Incluso cuando aparece en la primera página de los medios internacionales subraya su condición subordinada. Caracas es el súmmum de tal estado.
Uno de esos momentos estelares en los medios (no relacionado con las graves dificultades de Maduro con el español) es reciente. En el segundo, tercer y cuarto capítulos de la tercera temporada de la serie Homeland (emitidos desde el 14 de octubre de este año) aparece una versión de Venezuela y de Caracas[1].
Por motivos de seguridad[2], de presupuesto o de otra índole quizá, los protagonistas no vinieron al país –hubiese hecho cola en el aeropuerto para ver a Claire Danes en vivo–y en realidad la ciudad fue recreada en Puerto Rico.
En la ficción el personaje de Damian Lewis[3], el sargento de los marines converso al islam y terrorista más buscado Nicholas Brody llega a Venezuela, entra al país por La Guaira –ya sabemos lo corruptos que pueden ser el puerto y el aeropuerto ahí– y luego es secuestrado por la banda que controla la Torre de David en ese edificio al final de San Bernardino en Caracas, al recuperarse de sus heridas intenta escapar a la mezquita de la ciudad en Quebrada Honda pero sus captores lo atrapan de nuevo.
Es un lugar común pero la mirada del otro nos define y sobre todo en este ya largo momento de provincianismo, de chauvinismo, es útil saber cómo se nos ve en el extranjero. Este retrato nuestro que hace Homeland tiene sus aciertos y errores. Los productores –sin querer tal vez– aciertan en que los venezolanos sean representados por actores con acento antillano (el actor dominicano Manny Pérez sin cepillar su acento natal –esa ignorancia de los americanos puesta de manifiesto al considerar a todos los latinos iguales– interpreta al jefe de los delincuentes que se hacen cargo de Brody[4]), aunque les faltó poner en la muñeca de algunos de sus venezolanos de ficción una idefá: esa pulsera de cuentas verdes y amarillas símbolo de la santería que luego de la invasión cubana reciente se ha multiplicado en el país.
El acierto innegable, el que nos devuelve una mirada no distorsionada del país (aparte de lo de ocultar a un terrorista en Caracas y la peligrosa conexión iraní), es la ambientación como ya indiqué en la llamada Torre de David: el Centro Financiero Confinanzas que nunca fue terminado porque la debacle financiera de 1994 lo impidió y que fue invadido en diferentes oleadas desde 2001, para replicar en lo que debió ser un rascacielos corporativo, uno de los barrios marginales de Caracas[5].
También hay un acierto –mi palabra de felicitación a los guionistas– en esa escena en la que dos miembros de la policía política[6] (aunque les faltó el folclórico bigote largo sobre el labio o el finito a lo Pedro Infante que caracterizan al policía venezolano) golpean a Brody (luego de la traición del imán) mientras lo detienen: ¡Sentí el gentilicio tan bien logrado! Siendo honestos un: “¡Te vamos a sacar la mierda gran coño!” ladrado mientras lo torturaban hubiese sido de Emmy.
Sin embargo hay partes de la imagen nacional que no salieron tan bien en la serie. ¿Cómo mostrar una ciudad en un show de televisión?, ¿cuánto cabe en la pantalla? Veamos.
Minarete de la mezquita de Caracas, a la derecha iglesia maronita de San Charbel.
En algún momento el personaje Brody junto al de Esme huyen de la Torre de David a la Mezquita Ibrahim Ibin Abdul Aziz Al-Ibrahim en Quebrada Honda. En el trayecto lo que más les preocupa es ser recapturados o reconocidos. En la Caracas de verdad lo más preocupante de ese recorrido de pocas cuadras es la posibilidad de ser atracado y/o asesinado. El boulevard Amador Bendayán[7] (antes Santa Rosa) en uno de cuyos extremos está la mezquita real es peligroso, así como lo son todas las vías de acceso al lugar (en particular la avenida Libertador), incluso en la estación del metro cercana ha habido asesinatos recientemente.
Pero la gran falta, esa que nos recuerda que es televisión y no el mundo real, es que con la fallida captura de Brody por ese par de Disip –se me reprochará mi lenguaje anacrónico, pero no me gusta la neolengua chavista, prefiero los acrónimos de siempre– frustrada por los malandros a punta de AK-47 (buen detalle) se sugiere que los delincuentes de la Torre de David actúan al margen del gobierno y que Brody podría ser detenido por alguna autoridad oficial. Nada más inexacto.
Antes escribía que la Torre de David replica un barrio caraqueño en las ruinas de un rascacielos, debo agregar que estos barrios son además una versión de las cárceles nacionales con sus habitantes siendo rehenes de los delincuentes. En la Torre de David – en la real y en la de ficción– lo que hay es la estructura jerárquica y despiadada de un cartel. Desde ese edificio se planean y ejecutan secuestros[8], asesinatos (con el perdón de los señores Alex Gansa y Howard Gordon, debo señalar aquí otra inexactitud: en la serie la cúpula de la banda de malandros arroja al vacío a un ladrón que robó al personaje Brody para luego olvidarse piadosamente del cadáver; bien, en la torre de verdad –así como en otros edificios invadidos de Caracas– los cadáveres producto de los ajustes de cuentas son desmembrados y arrojados en la basura hasta que un vecino los encuentra), se esconde droga, bienes robados, rehenes y armas, se extorsiona a sus habitantes.
Los pingües beneficios que todo esto genera van a las manos de los cabecillas de las bandas que a su vez deben pagar a funcionarios municipales y nacionales, porque es imposible que exista la Torre de David sin el concurso de la Policía de Caracas, la Policía Nacional, la policía judicial, la policía política, la Guardia Nacional, la alcaldía del municipio Libertador (Caracas) y la “Jefatura” del Gobierno del Distrito Capital. Los delincuentes al mando de la Torre de David solo son una franquicia de la delincuencia organizada representada hoy por el gobierno nacional. Por eso en el mundo real si Brody –o cualquiera– estuviese en poder de los malandros de la Torre, en realidad sería huésped del gobierno chavista.
Un gobierno –es una exageración llamarlo así– que en su idiotez, no vacilaría en acoger al supuesto responsable de destruir la sede de la CIA (recuérdese la ficción) como un héroe al que se le regalaría una réplica de la espada del Libertador y probablemente le pondría su nombre a alguna calle –que ningún caraqueño llamaría así nunca: ahí está la avenida Teherán de El Paraíso– o le erigiría una estatua de mala calidad en algún “territorio liberado” de la ciudad.
Abundan los ejemplos de lo buen anfitrión que es el chavismo con cualquier criminal (mientras más antiamericano mejor) foráneo. Desde finales de 2000, con el chavismo recién llegado, la siniestra eminencia gris detrás de Fujimori, Vladimiro Montesinos se escondió en Venezuela con la colaboración del gobierno. Cuando a mediados de 2001 la situación se hizo insostenible, el chavismo lo traicionó y en una opereta lo entregó a Lima.
También destacan los etarras funcionarios del gobierno chavista como Arturo Cubillas Fontán que hacen horas extras entrenando a terroristas de las Farc, inmunes aquí a cualquier requisitoria del gobierno español. El país fue santuario (y aún lo es de otros gerifaltes faracos y elenos) del así denominado canciller de esta narco guerrilla, alias Rodrigo Granda (Ricardo González) quien fue capturado en diciembre de 2004 –cerca de la mezquita donde Brody trata de esconderse– por guardias nacionales honestos, luego destituidos y presos.
La más reciente muestra[9] de la bienvenida que el chavismo dispensa a toda clase de enemigos reales o imaginarios de los Estados Unidos es la histeria con la que Maduro hundido en la ilegitimidad del fraude del 14 de abril y del fracaso económico intentó cazar una distractora pelea de grandes ligas ofreciendo asilo a Snowden (quien por cierto lo único que de verdad reveló fue que los espías se parecen más aun nerd ochentoso que a Daniel Craig).
Plano de google earth con la ubicación de la mezquita de Caracas (al este), la Torre de David (arriba a la izquierda) y el antiguo Hilton (abajo a la izquierda).
Por lo que queda claro que si Brody hubiese tenido la escasa puntería de esconderse en Caracas en su huida del tío Sam (no hay papel de baño en la ciudad), no tendría que refugiarse en un barrio vertical: dormiría en ese otro rancho de muchos pisos que es hoy el antiguo Hilton, irónicamente muy cerca de la Torre de David y de la mezquita de Quebrada Honda –cuyo imán real no se atrevería a traicionarlo: no tendría con quien–, a la que bien podría ir a pie a su oración de los viernes cuidado por cubanos solícitos con el gringo terrorista.
Imágenes: http://www.plataformaurbana.cl/archive/2012/09/18/el-polemico-leon-de-oro-para-la-torre-de-david/ y http://static.panoramio.com/photos/large/3489376.jpg respectivamente.
[2] Cuando el Furtwängler criollo; Gustavo Dudamel viene al país es acompañado permanentemente por guardaespaldas. Sería todo un titular de prensa que al director de la Filarmónica de Los Ángeles lo secuestrase una banda de Petare que lo mantuviese en un escondite bajo tierra a la espera del pago.
[3] Las otras tramas desarrolladas supuestamente en Caracas son la del personaje del operativo de la CIA Peter Quinn (interpretado por el también inglés Rupert Friend), que intenta liquidar a un financista del terrorismo, y la de un miembro de la guardia revolucionaria iraní que usa a su equipo de fútbol local: Fútbol Club Paraíso, para lavar dólares (y robar una buena tajada) aprovechando la baja asistencia de aficionados. Como se sabe los equipos de fútbol profesional de Caracas suelen jugar en el estadio Brígido Iriarte de la urbanización El Paraíso, el club más rico de la ciudad es propiedad de una familia de origen extranjero –los suizos Valentiner–, y sí; casi nadie ve fútbol.
[4] La actriz colombiana Martina García interpreta a Esme, su enfermera, carcelera y cómplice, y el actor estadounidense Erik Dellums al Doctor, aficionado a recetarle heroína como analgésico.
[6] En la serie el uniforme de los policías es negro –siempre he considerado una burla de algún dios guasón el que estos esbirros sean torturados a diario teniendo que usar un uniforme negro en este clima–, lo que indica que son de la Disip (hoy Sebin).
[7] El lugar es paradójicamente pese a la inseguridad de la zona (aunque tiene un módulo de la policía municipal) un nodo cultural de Caracas. En sus inmediaciones queda la Casa del Artista con sus salas de teatro, el Centro de Acción Social por la Música que es la sede nacional del sistema de orquestas sinfónicas infantiles y juveniles con varias salas de conciertos y que posee una de las mejores programaciones de la ciudad. Frente a la mezquita –en perfecta paz, como si fuese el Toledo medieval– está la iglesia católica maronita de San Charbel, y un poco más allá la iglesia católica romana Santa Rosa de Lima. Junto a esta se desarrolla los domingos en la mañana el mercado peruano con el mejor ceviche de Caracas –que puede ser acompañado con la autentica aunque muy dulce inca-cola importada de Lima. En las cercanías se localiza también la sede del Colegio de Ingenieros de Venezuela, la estación del metro homónima y una entrada al Parque Los Caobos. Vaya lugar escoge el terrorista más buscado del planeta –en la pantalla– para intentar esconderse: con algo más de tiempo y mejores guías turísticos pudo haber disfrutado el paseo.
[8] Llamadas de celulares desde el edificio vinculadas con el secuestro el año pasado del agregado comercial de Costa Rica, Guillermo Cholele, llevaron a que la policía judicial –los agentes sudaban al subir los interminables pisos por la escaleras ya que no hay ascensores– realizara pesquisas en la torre. La policía negoció con los “jefes” del edificio su entrada, que se saldó sin detenciones.
[9] Omito los intentos de Caracas de facilitar a Irán burlar las sanciones internacionales por su programa nuclear con triangulación de gasolina y divisas, y los persistentes rumores de células de Hezbollah en la isla de Margarita, entre otros.
Debe estar conectado para enviar un comentario.